Lo que hoy te produce frustración, un día fue una forma de protección
- Inlaza

- 15 oct
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 16 oct

Hay comportamientos que nos producen frustración porque parecen no tener sentido.
Te gustaría poder confiar más, poner límites sin sentir culpa, o simplemente descansar sin que la mente esté alerta todo el tiempo. Y sin embargo, algo dentro de ti reacciona como si aún estuvieras en peligro.
Desde la psicología, esto no se interpreta como debilidad ni como un fallo del carácter. Se entiende como un reflejo de supervivencia.
La función protectora de los mecanismos
Cuando atravesamos experiencias difíciles —ya sea en la infancia, en relaciones pasadas o en contextos donde no nos sentimos seguros— nuestro sistema nervioso busca la manera de protegernos.
A veces, esa protección adopta formas muy distintas:
Callar, para evitar el conflicto.
Controlar, para sentir algo de seguridad cuando el entorno era impredecible.
Complacer, para no ser rechazados.
Desconectarse, para no sentir lo que dolía demasiado.
Estas estrategias no aparecen por casualidad: fueron respuestas adaptativas. Es decir, te ayudaron a sobrevivir, a mantener un mínimo equilibrio emocional en momentos donde no había otra opción.
El problema surge cuando, con el paso del tiempo, esas estrategias siguen activas incluso cuando ya no son necesarias.
Tu cuerpo y tu mente no distinguen entre “entonces” y “ahora”; solo reconocen señales de amenaza. Y reaccionan del mismo modo que lo hicieron cuando necesitabas defenderte.
El cuerpo guarda la memoria
Muchos de estos mecanismos se activan de manera automática, sin que seamos plenamente conscientes. Es lo que en trauma se conoce como memoria implícita o memoria corporal: el cuerpo recuerda lo que dolió, incluso si la mente no puede ponerle palabras.
Por eso, ante ciertas situaciones, puedes sentirte bloqueada/o, ansiosa/o o en alerta sin entender por qué. No es que “te esté pasando algo nuevo”; es que una parte de ti sigue intentando protegerte de algo viejo.
Reconocer esto cambia la forma en que te miras.
Ya no se trata de “arreglar” lo que haces mal, sino de comprender de dónde viene.
Sanar no es eliminar, es transformar
El proceso terapéutico no busca borrar tus mecanismos de defensa, sino darles un nuevo sentido. En lugar de luchar contra ellos, los integramos.
Sanar implica reconocer que esas estrategias fueron necesarias en su momento, agradecerles su función y, desde ahí, abrir espacio a nuevas formas de estar en el mundo.
Es un camino que requiere paciencia, autocompasión y acompañamiento. Porque cuando dejas de culparte por tus reacciones y empiezas a entenderlas, también recuperas el poder de transformarlas.
En Inlaza te ayudamos a comprender la frustración...
En Inlaza, no trabajamos desde la corrección, sino desde la comprensión.
Acompañamos los mecanismos, los escuchamos y los transformamos contigo, a tu ritmo.
Si sientes que estás lista/o para empezar a hacerlo diferente, aquí estamos.




Comentarios